(c) IPM, Münster 2001 |
Su mirada se fija en la esquina del colchón que toca la pared del dormitorio. Esa esquina sobre la que desde hace 8 noches no ha osado apoyar la cabeza. Lleva 9 días esperando encontrar lo que busca ahí dentro. Su búsqueda le ha costado en la oficina sonrisas escépticas, miradas de reojo y, sobre todo, un gran desinterés e indiferencia. Todo ello porque, al contrario de lo que se pueda pensar, Carlos es alguien extrovertido y ha compartido su proyecto con sus compañeros a la hora de comer y mientras apalean a la máquina del café para que les devuelva el cambio. Incluso ha osado hablar de ello a la mujer más silenciosa del despacho. Una de aquellas personas de una discreción contagiosa, tanto, que la conversación ha tenido lugar apresuradamente en el ascensor porque el extrovertido Carlos aún no se ha atrevido a invitarla a comer. El relato del plan ha sido un breve monólogo tras el cual no habido tiempo ni para un cruce de miradas. Pero mientras Carlos sigue acercándose sigilosamente hacia su colchón -dirección, esquina- no deja de pensar en la euforia que se instaló en él cuando salía de ese ascensor y en lo bien que se había expresado.
Si todo sale bien, «será la última vez que tenga que calentar agua (cada mañana y cada noche)», piensa. Si no, pues será la penúltima o, en el peor de los casos, la antepenúltima. Cuando llega al pie de la cama levanta el colchón cuidadosamente y, por fin, extrae la manopla de borreguillo que le había regalado su abuela, lugar en el que esconde la clave de su proyecto.
En la cocina, siguiendo los consejos del renacentista Herrera (experto en textos clásicos, á<!– /* Font Definitions */ @font-face {font-family:Cambria; panose-1:2 4 5 3 5 4 6 3 2 4; mso-font-charset:0; mso-generic-font-family:auto; mso-font-pitch:variable; mso-font-signature:3 0 0 0 1 0;} /* Style Definitions */ p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal {mso-style-parent:""; margin:0cm; margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-ascii-font-family:Cambria; mso-ascii-theme-font:minor-latin; mso-fareast-font-family:Cambria; mso-fareast-theme-font:minor-latin; mso-hansi-font-family:Cambria; mso-hansi-theme-font:minor-latin; mso-bidi-font-family:"Times New Roman"; mso-bidi-theme-font:minor-bidi; mso-fareast-language:EN-US;} @page Section1 {size:595.0pt 842.0pt; margin:70.85pt 70.85pt 70.85pt 70.85pt; mso-header-margin:35.4pt; mso-footer-margin:35.4pt; mso-paper-source:0;} div.Section1 {page:Section1;} rabes y medievales) mete la mano en el agua para comprobar que está en su punto: tibia. Saca los granos amarillos de la manopla y se asegura de que los tiene todos en el puño. Sumerge las simientes en el agua y al sacarlas las guarda de nuevo en la manopla que envuelve en un trapo y dejará descansar al lado de la estufa para que no se resfríen. Y si todavía no han asomado los brotes, así lo hará por la noche antes de acostarlos bajo esa esquina intocable del colchón.
Fuente: http://babel.hathitrust.org |
Febrero está acabando y espera poder comunicar su victoria a la compañera solitaria de la agencia. Y espera hacerlo antes de que su contrato termine y que el periodo de siembra pase: marzo. Por otro lado, su tocayo sueco Linneo llamaría al fruto solanum melongena, y los persas, bādinyān, pero «¿cómo llamar a los brotes?», se dice. Le quedan apenas unas semanas para dar con un nombre y apellido que dedicaría a su Diotima callada. Además, el extrovertido Carlos había pensado recitarle el Cancionero de Baena, al parecer el primer texto en español que habla de la berenjena. Pero cuatro pisos de ascensor no son suficientes para los 81 versos seleccionados… Se sorprende inmerso en toda una estrategia de comunicación para acercarse a la discreta colega e intentando aplicar -no sabemos si conscientemente- un proceso similar al de sus simientes. No, no la resguardará en la manopla de su abuela, ni la sumergirá en un cazo de agua tibia. Sin embargo, Carlos se reconoce en un protocolo no escrito que tiene un desenlace tan difícil de prever como el de sus semillas y sus futuros brotes, si se dieran.
En este juego poliédrico, lo material y lo intangible parecen haber venido de lejos, sin saber si van a quedarse; con un carácter exigente, selectivo, sin un manual infalible e irreprochable y vistiendo un color inclasificado al que, finalmente, tendrán que dar su propio nombre.
Sung Yeonju, Eggplants (aubergines) |
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