Palabra donada por Eléonore Mialonier
mosquito.
(Del dim. de mosco).
1. m. Insecto díptero, de tres a cuatro milímetros de largo, cuerpo cilíndrico de color pardusco, cabeza con dos antenas, dos palpos en forma de pluma y una trompa recta armada interiormente de un aguijón; pies largos y muy finos, y dos alas transparentes que con su rápido movimiento producen un zumbido agudo parecido al sonido de una trompetilla. El macho vive de los jugos de las flores, y la hembra chupa la sangre de las personas y de los animales de piel fina, produciendo con la picadura inflamación rápida acompañada de picor. Las larvas son acuáticas.
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La hematofagia, alimentarse de sangre. Ésta es la actitud tremendamente molesta e indignante que mejor conocemos de las mosquitos. Por su culpa debemos cerrar herméticamente la tienda de campaña, sobre todo los que cumplimos exquisitos criterios que, según debates exhaustivos e irresolutos, se resumen a la exhalación del CO2, el olor, el grupo sanguíneo O-, el azúcar, todos o ninguno de los anteriores. Soy de ese grupo de personas que tras haberse asegurado de que nada queda abierto antes de dormir, vigila minuciosamente cada esquina de la habitación, se sube a la cama con las gafas puestas para no perder un solo detalle y se acuesta sabiendo que nada garantiza que no se despertará con el párpado del tamaño de una castaña… otra vez. Por supuesto, para recubrir esos temores de una estética indignación filósofica, decido que lo más enojoso y deshonroso está en realidad en lo injusto de esta circunstancia: ¡es un parásito! Las mosquitos se toman lujos ilegítimos y ninguna ley natural podrá convencerme de lo contrario; se alimentan de alguien -¡de mí!- causando daño. Un pensamiento que me da el derecho moral de armarme del «psit psit» o del papel de periódico y atacarle hasta despeinarme y no preocuparme de si ha sido el veneno, el frío del spray o el impacto de las noticias de actualidad tan llenas de parásitos como la mosquito.
Por otro lado, coherente con mi optimismo enfermizo, me informo y observo. Busco la poesía, incluso he querido observar el movimiento de sus alas, de las que sólo conozco el sonido. Para evitar quedarme trasojada siguiendo un minúsculo punto que se mueve rápidamente, he decidido buscar vídeos en youtube. Nada. Sólo hay mosquitos picando. ¿Sabéis que la Sra. Mosquito mientras pica siempre mueve una de sus patas-antenoides? Exacto; mientras se apoya cómodamente sobre las otras, hay por lo menos una que siempre está en el aire, moviéndose, oscilando. No sé por qué. Oh ignorancia. Recuerdo que esa observación fue objeto en 2008 de un trabajo de investigación en la escuela internacional de teatro Jacques Lecoq (París), en el Laboratorio de Estudio del Movimiento. Con los compañeros construimos prótesis, puramente geométricas, una composición de largos y rígidos cilindros de unos 10 centímetros de diámetro, verdes y negros, con los que nos desplazábamos, como si se trataran de máscaras corporales, moldeando el espacio escénico, retomando ese extraño vaivén del mosquito. Real pero no realista. Del vuelo sólo supimos presentar el sonido y el itinerario, el ritmo. No se entiende bien, y una imagen no ayudaría, pero durante toda la investigación casi nos olvidamos de la «parásito». Hasta que retomamos la lectura de Luciano de Samosata, tres diálogos teatrales del siglo II d.C: El elogio de la danza, El elogio del parásito y El elogio de la mosca.
«No conozco nada más útil que beber y comer», dijo Simón a Ticíades*. «No soy carpintero, ni filósofo, ni trabajo sobre la gramática y, de retórica, tampoco conozco nada», contaba en algún viejo teatro. Simón comenta cómo ha desarrollado todo un saber-hacer que se ha ido perfeccionando. Se trata de una técnica bien detallada que fundamenta el honor que quiere otorgarle a su actividad porque ésta es, a fin de cuentas, su profesión. Y no, no hay problema, «puedes presentarme ante los otros como Simón el Parásito», ya que no hay nada de lo que esconderse. Además, esta profesión no consiste solamente en acumular conocimientos sino en entrenamiento, mucho entrenamiento. Grandes filósofos -dice- han tomado la decisión de volverse parásitos, como por ejemplo Aristipo de Cirene, cuyos dicursos mantenían la premisa de que la acción tiene como único fin el placer inmediato. ¿Y por qué no? Además, ningún parásito ha sentido una especial inclinación hacia la filosofía. Efectivamente, si por un lado encontramos filósofos que pasan hambre y sed, jamás encontrarás un parásito que tenga ese tipo de carencias.
Tomemos nota: en este diálogo, rico en definiciones, ejemplos y contraejemplos, la palabra «parásito» significa «comer al lado de» o «comer cerca de». Aunque se presente a sí mismo como un vivales, sin duda no hay rastro de esa idea de alimentarse de otros causándoles daño. Aunque también es cierto que no habla de la ausencia de ese riesgo…
Todo parece consistir en aceptar y promover -de un modo más o menos consciente- una manera de vivir y de jugar, como en el juego teatral. Las relaciones instrumentalizadas, perfectamente aceptadas por ambos participantes, hacen que la cuestión del tamaño y de la fuerza física no tengan más razón de existir. Gracias a la asunción por parte de cada cual de una serie de exquisitos criterios de una lista no exhaustiva e irresoluta, estas relaciones se disuelven en una extraña inercia en la que se adoptan unos papeles bien definidos. Gracias a estos, si bien pueden mutar en función del interlocutor que se tenga en frente, la balanza personal acaba cediendo hacia lo minúsculo y aplastable o hacia lo megalómano y suficiente; el terreno perfecto para la escritura de una ley natural confortable para…
Dos citas:
Tomemos nota: en este diálogo, rico en definiciones, ejemplos y contraejemplos, la palabra «parásito» significa «comer al lado de» o «comer cerca de». Aunque se presente a sí mismo como un vivales, sin duda no hay rastro de esa idea de alimentarse de otros causándoles daño. Aunque también es cierto que no habla de la ausencia de ese riesgo…
Todo parece consistir en aceptar y promover -de un modo más o menos consciente- una manera de vivir y de jugar, como en el juego teatral. Las relaciones instrumentalizadas, perfectamente aceptadas por ambos participantes, hacen que la cuestión del tamaño y de la fuerza física no tengan más razón de existir. Gracias a la asunción por parte de cada cual de una serie de exquisitos criterios de una lista no exhaustiva e irresoluta, estas relaciones se disuelven en una extraña inercia en la que se adoptan unos papeles bien definidos. Gracias a estos, si bien pueden mutar en función del interlocutor que se tenga en frente, la balanza personal acaba cediendo hacia lo minúsculo y aplastable o hacia lo megalómano y suficiente; el terreno perfecto para la escritura de una ley natural confortable para…
Dos citas:
Nuestros activos son nuestra gente, el capital y la reputación, y si alguno de ellos se ve disminuido, el último es el más difícil de recuperar.*
Si crees que eres demasiado pequeño para marcar la diferencia, intenta intenta dormir con un mosquito.**
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* “Our assets are our people, capital and reputation, and if any of these is ever diminished, the last is the most difficult to restore.” Fuente: http://www.goldmansachs.com/investor-relations/index.html
** “If you think you are too small to make a difference, try sleeping with a mosquito.” Dalai Lama XIV
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| (c) IPM, Sant Cugat 22 12 2012 |
| Textos: Irene Pomar |

