Bandera

Una palabra donada por Rutxi (Ser Tropiezos). Aquí ha ocurrido algo insólito, mágico tal vez. El donante de palabras es además el escribiente de la misma. Un experimento de cómo uno responde a su propio reto. A lo loco. ¡Gracias, Rutxi!

Bandera.

1: En algún momento de la Historia[1] de la Humanidad[2] un sujeto, a fecha de hoy aún desconocido, consideró una idea estupenda el agitar un trapo colorido como símbolo con el que identificarse a él mismo y a los que consideraba Suyos y, sobre todo, para marcar distancia y diferencia con los No-Suyos. Así nació el concepto de bandera. Los No-Suyos reaccionaron y, en consecuencia, hicieron exactamente lo mismo: para identificarse entre ellos y desmarcarse de los Suyos y los Demás[3].

Por supuesto los Demás no perdieron el tiempo y aprovecharon este dichoso acontecimiento para repetir la maniobra; de esta manera los Demás se posicionaban hábilmente respecto a los Suyos, los No-Suyos y los Otros[4].

Así siguió el tema de la bandera como abstracción de la identificación del grupo hasta que se terminaron todos los nombres posibles para los distintos grupos, o bien se llegó al tope de poder combinar colores y formas en las banderas. Curiosamente, hoy en día, el número de banderas es exactamente el mismo que países hay en el mundo[5]. Siguiendo con esta inercia, y a excepción de uno o tres de países, los ejércitos convinieron en usar la misma bandera que ondeaba en sus respectivos estados, lo que no sólo resultó ingenioso y útil, sino que, además, respondió a la pregunta: ¿Pero qué es la Inteligencia Militar? Y es que resulta bastante apropiado identificarse en un campo de batalla y así saber a quién atacar y hacia dónde correr cuando las cosas se ponen turbias[6].

Finalmente, los miembros de las distintas Academias de la Lengua del mundo[7] decidieron definir a la bandera más o menos como sigue, de la manera más aséptica y neutral posible: “Tela de forma comúnmente rectangular, que se asegura por uno de sus lados a una asta y se emplea como enseña o señal de una nación, una ciudad o una institución”.

Puesto que el tema de la bandera se fue de madre entre tanto color, símbolo[8] y sutiles guiños, se tuvo a bien crear la figura del vexilólogo, es decir, la persona que estudia las banderas en su más amplio espectro[9].

2: Envoltorio con el que un sujeto, generalmente sin escrúpulos, se viste para tener, o incrementar, su carisma.Aquí se trata a la bandera como la pieza angular sobre la que edificar un discurso político que, por otra parte, no tendría gracia alguna, atractivo ni gancho, de no ser por el hecho de que una bandera bien grande ondea como telón de fondo y punto de fuga de la escena en su conjunto.

En este ambiente las banderas también suelen aparecer en una versión reducida y de papel que se agitan furiosamente, y con mayor o menor gracejo, por parte del público. El ruido de estas banderas al friccionar con el aire provoca un sonido de fondo característico felizmente útil para esconder las inconsistencias y mamarrachadas del discurso en sí mismo. Esto no es nada ni casual ni contraproducente; con esta hábil maniobra propagandística[10] se camufla no sólo el discurso, sino sus inconsistencias y vacíos de lógica. Así se convierte en un valioso comodín para las palabras: en caso de no tener respuesta, agítese una bandera y ya.

3: Objeto que identifica lo Patriótico[11]. La culminación del discurso político.

4: Silenciador de acuciantes y graves problemas internos de un estado o partido político.

Cierto Secretario de Partido de la extinta URSS se vio forzado a dimitir; su última tarea fue entrevistarse con su sucesor. Y a este le dio dos cartas y le dijo: “Cuando se vea metido en una situación sin salida abra la primera carta. La segunda vez que se vea en otra situación sin salida abra la segunda carta”. El nuevo Secretario no tardó en verse en una situación sin salida, así que abrió la primera carta; esta decía: “Écheme la culpa de todo”. Así hizo, la situación se calmó. Al poco se vio metido de nuevo en un aprieto y corrió a abrir la segunda carta; en esta ocasión leyó: “Siéntese y escriba dos cartas”.

Este ejemplo de buen sentido común y saber hacer soviético se ha degradado bastante a fecha de hoy. Ante cualquier situación todo político[12] se limitar a agitar una bandera y a ejercitar de esta manera un maravilloso truco de mesmerismo[13] en la opinión pública que, minutos antes, estaba más que dispuesta a desollarlo vivo.

5: El arma más mortífera que ha existido jamás.

[1] Historia: relato casi siempre falso de hechos que nunca ocurrieron o bien, de ocurrir, no lo hicieron exactamente igual a cómo se los narra. Disciplina académica de tercera fila, terriblemente denostada, que puntualmente se alza como pilar del discurso político interesado.

[2] Conjunto de monos antropoides venidos a más.

[3] Los que no eran ni Suyos ni tampoco No-Suyos.

[4] Cualesquiera que no pertenecieran a los tres grupos citados; nada que ver con los Otros de Juego de Tronos quienes, por otra parte, no tienen bandera y les trae muy sin cuidado.

[5] Esta afirmación no es del todo exacta: agotadas todas las posibilidades se juega con sutilidades que requieren para su comprensión de ese tipo de mente capaz de doblar cucharillas de postre con la mirada. Por ejemplo, podemos encontrar una bandera que represente una parte de un estado, pero a la que, si se le añade una estrella, pasa a ser un estado propio; el color de fondo donde se halla esta estrella puede significar república de derechas, república de izquierdas o ninguna de las anteriores sino todo lo contrario.

[6] Los soldados siguen un estricto entrenamiento y una sólida formación en las que se les inculca la identificación de su bandera. Es imprescindible que la reconozcan, así como que reconozcan la de los enemigos y aliados. No sea que…

[7] Señoros que debaten acaloradamente si una palabra debe llevar acento o no y que, al terminar, escriben columnas de opinión poniendo verdes a la izquierda, las mujeres, los homosexuales y cualquier tipo de progreso, abogando muy fuerte para el retorno a la tradición más rancia, las cacerías, el orden, la lapidación y la colonia Varón Dandy para todos.

[8] Por ejemplo, las estrellas, que siempre quedan bien aunque nadie sepa qué representan. O un Kalashnikov. O una cabeza vendada.

[9] La Historia y la Semiótica se disputan la atribución de esta fascinante rama del conocimiento. Nadie entiende el motivo.

[10] En casos de grave crisis institucional resulta tremendamente efectivo dar la orden de confeccionar una bandera lo más grande posible y hacerla ondear en un lugar emblemático. Es el equivalente a pasar la escoba y esconder la mierda debajo de la alfombra.

[11] Cosa combustible presta a arder con furor para iluminar el nombre de cualquier Patriota (aquél que considera superiores los intereses de la parte a los intereses del todo; juguete de políticos e instrumento de conquistadores).

[12] Aquél que camufla sus intereses bajo el nombre de principios y maneja lo público para su interés privado.

[13] En este caso nada que ver con la doctrina del magnetismo animal y la hipnosis. En su acepción política nos hemos de referir al inefable Joseph Goebbels y su método: en la Alemania nazi este individuo se encargó del Ministerio de Propaganda; su mayor hito se resume en un cartel que rezaba: “Los judíos y los ciclistas tienen la culpa de todo”. Toda mente supuestamente lógica y pensante pensaba ante tal afirmación: ¿Pero qué han hecho los ciclistas? Y ahí reside la cosa: todo el que se planteaba esta pregunta, daba por hecho que los judíos tenían la culpa, pero no los inocentes ciclistas. Y así Goebbels se marcó un tanto a favor del mesmerismo. Igual que un mago de salón que distrae la atención sacando una paloma con la mano derecha para que no se vea lo que hace con la izquierda. Esta idea ha calado hondo en lo político y ha evolucionado (en el peor sentido de la palabra) hasta nuestros días.

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