Una palabra donada por CEsp Español
¿Pero cómo se mueve?
Teniendo en cuenta lo que Plutarco relata en el tomo V de sus «Vidas Paralelas», Alejandro Magno ya entendió la importancia de esta unión entre la mirada y el movimiento muscular del cuello. Según sus crónicas, fue herido dos veces. La primera fue de un flechazo en la pierna, del que cayó al suelo herido en el hueso de la rodilla. En ese momento fue herido por segunda vez, de una pedrada en el cuello hasta el punto de haber perdido por largo rato la lumbre de los ojos. No me parece muy osado hacer una relación de causa-efecto entre esto y el hecho de que considerara a Lisipo su escultor predilecto por su capacidad única para representarle con el que, según Plutarco, era uno de sus rasgos más carismáticos, a saber, una ligera inclinación del cuello al lado izquierdo y aquella flexibilidad de ojos que con tanto cuidado procuraron imitar después muchos de sus sucesores y de sus amigos.
Pijoan, Historia del arte, tomo 1, Ed. Salvat, 1964 |
Lisipo, Alejandro Magno,s. III a.C, Musée du Louvre © 1989 RMN / Pierre et Maurice Chuzeville |
Basilio A. Kotsias, del Instituto de Investigaciones Médicas Alfredo Lanari, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires, realiza un estudio sobre la mirada de Alejandro Magno. La Oftalmología indica que si el paciente inclina su cabeza hacia a la izquierda significa que la lesión ocular tiene lugar en el ojo derecho. Huelga decir la polémica que suscita el hecho de haber encontrado bustos del macedonio que, a diferencia de la descripción de Plutarco y Lisipo, se inclinan hacia la derecha. En ese caso la conclusión es simple pero no unívoca: o bien los diferentes copistas, pintores y escultores no fueron rigurosos en cuanto a esa lesión, o bien cabe deducir que Alejandro tenía un estrabismo alternante…
A Alejandro Magno el esternocleidomastoideo le permitió espolear el respeto que sus amigos y enemigos tenían por él, porque su torsión recordaba a todos que había luchado con nobleza y que seguía haciéndolo a pesar de la lesión. Logró hacer de su mirada viva un golpe de efecto que sentó precedentes en las poses de todo conquistador deseoso de mantener llameante la memoria de los logros en la batalla; me permito apuntar aquí que incluso aquellos que primero criticaron que el macedonio se vistiera como los bárbaros a los que debían colonizar (por razones de marketing, diría él), no sólo acabaron por tolerarlo sino por admirarlo. Y todo, gracias a nuestro músculo inspiratorio.
Cristo encarnado por el actor Gregor Chmara en la película I.N.R.I. (1923) de Robert Wiene Fuente: http://cofrades.pasionensevilla.tv/profiles/blogs/un-cristo-de-pel-cula-gregor-chmara-inri-de-robert-wiene-1923 |
Llegados a este punto lo importante es no apresurarse cada vez que veamos a alguien inclinar la cabeza y buscar en ello un disfuncionamiento del nervio óptico compensado instintivamente haciendo trabajar horas extras al esternocleidomastoideo. Ni tampoco por una tortícolis.
El arte ha recurrido a esta torsión para retratar a los personajes de la historia o de la mitología recuperando así la noción no figurativa de lo patético, es decir con el fin de provocar una fuerte impresión en el espectador. Este lenguaje ha sido captado y traducido desde los orígenes del cine para trasladar esa intención a la gran pantalla, como ya lo hizo el director del Gabinete del doctor Caligari (1920), Robert Wiene, en su película I.N.R.I (1923). Así lo muestra este fotograma.
Por otro lado –y para acabar de dispersarme con pleno conocimiento de mi desvarío– acabo de descubrir una tercera razón para inclinar la cabeza, esta vez de forma continua, en balanceo.
Al parecer rotar repetidamente la cabeza, siguiendo aproximadamente las instrucciones propuestas al inicio de esta entrada, permite, según los seguidores de Francis Lefebure, lo siguiente: Sueño iniciático durante el cual el sujeto recibe consejos acerca de los ejercicios que debe practicar para llegar rápidamente a un crecimiento interior. Permite contactar con guías espirituales y viajar a los archivos akásicos (inconsciente).
Efectivamente, el esternocleidomastoideo juega un papel clave en este «balanceo en herradura», también llamado «balanceo de Cristo» por los seguidores del Fosfenismo, refiriéndose a la posición de Jesús en la cruz, donde su cabeza adopta una forma poco natural para un muerto.
Duración: 3 minutos. Después, formar otro fosfeno y dejarse llevar entre 3 y 5 minutos por las sensaciones cenestésicas.
La base de esta corriente (¿esotérica?) es el fosfeno. Todos nos hemos frotado los ojos y visto manchas o puntos luminosos después; por lo tanto, todos hemos visto fosfenos. Este fenómeno puede además ser provocado por medios mecánicos o eléctricos. Francis Lefebure, además de finalizar sus estudios de Biología, Química y Medicina, se interesó a mediados del siglo XX por todos los ritos iniciáticos de la historia y todas sus investigaciones (sobre las que confirmo mi ignorancia y sobre las que no voy a poder entrar en detalle) le llevaron a una conclusión: que el fosfeno mezclado con un pensamiento transforma la energía lumínica en energía mental, potenciando así la creatividad, la memoria y la concentración y, además, que el fosfeno y el movimiento rotatorio del cuerpo y/o de la cabeza está en el origen de todas las religiones.
Con el esternocleidomastoideo, se ha pasado aquí por el estrabismo y la mecánica del carisma, el arte de impresionar por la mirada patética y el supuesto desarrollo cognitivo y emocional por el balanceo y las reacciones fisiológicas.
Entiendo perfectamente al escéptico que me reproche una ausencia de sentido pragmático en este artículo, pero me tomo la licencia de apelar a la autonomía del lector para encontrar una aplicación práctica a todo este merengue descriptivo que aquí se ha expuesto. Que cada cual se sienta libre de acompañar con la voz ese movimiento. Si la rotación de la cabeza es sobre el eje vertical y de izquierda a derecha, no cabe duda de que un simple «¡no!» puede ser de gran utilidad. Si, como se introducía más arriba, la torsión y tensión leve del cuello se lleva a cabo en situaciones de emergencia, un «prrrr», «¡venga ya!« o «¡paso!» sería lo más apropiado. Por ejemplo, ante ciertas ruedas de prensa cualquiera de estas opciones es válida. En este contexto, queda fuertemente desaconsejado apelar a la posición diagonal ascendente esperando que la mirada patética mueva a impresión o sentimiento, ya que es muy probable que el interlocutor carezca de la capacidad de rotación para captar otro horizonte que el que él mismo o ella haya diseñado ante sí. Recordemos: si no es consciente del propio estrabismo es difícil que se active el músculo inspiratorio. Y, no, los flashes de las cámaras no cuentan como fosfenos para activar la creatividad o la memoria del fotografiado. Por supuesto, el retrato no desprenderá el mismo carisma que Alejandro ya que, aunque no fuera un santo demócrata, mire usted, el modelo cuenta.
|Texto: Irene Pomar|