Lisonjero

Una palabra donada por Ana Mª Ávila


lisonjero, ra.

1. adj. Que lisonjea. U. t. c. s.

2. adj. Que agrada y deleita. Música, voz lisonjera.
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Bien puede haber puñalada sin lisonja, mas pocas veces hay lisonja sin puñalada. 
Francisco de Quevedo

Érase una vez una losa que cubría un pozo que contenía agua, sólo un poco. La parte interna de la losa era la única que contemplaba los kilos de monedas abandonadas en el fondo. Era muy observadora. Cada día esperaba que cayeran más monedas por el único resquicio existente entre ella y las paredes del hoyo; contaba con que su masa haría aumentar el volumen del agua y terminaría, de este modo, por desplazar su cuerpo, posarla en el suelo liberándola de su función de tapa. Ésta, la cara interna de la losa, quería ver el sol y le comentaba el plan a su parte externa quien, al haber pasado tanto tiempo expuesta, asentía acalorada, despacio y sin aliento, ardiendo en deseos por descubrir la sombra; soñando que ese plan con el agua la llevaría a descansar sobre suelo firme y boca abajo.


Bocabajo era muy conocido en la hacienda La Vega, en la jurisdicción de Arecibo, al norte de Puerto Rico. No era un sujeto, sino varios hombres que habían olvidado que lo eran: en verdad, bajo este nombre bautizaron a la célebre tortura propinada a una esclava africana, a la que ataron sus extremidades a cuatro estacas para atizarle los latigazos estimados convenientes. Su espalda quería ser el vientre en contacto con el suelo. Su vientre quería ser rostro para poder levantar la mirada y gritar. Su vientre no sabía que su boca besaba a la vez el suelo. Su vientre contenía un hijo y a su forma habían adaptado escrupulosamente un hoyo en la tierra para que, una vez finalizada la tortura, no se perdiera la pieza, decía el amo. Boca abajo, por robar bacalao. Bocabajo, nombre sustantivo adoptado más tarde en aquellas tierras para designar a cualquier persona que reuniera simultáneamente la condición de avaro, servil y adulador.

Piezas cobrizas aduladoras caen con cuentagotas por la ranura entre el pozo y la losa. Y por la misma hendidura se evapora el agua a raudales, huyendo ligera para fundirse en el aire, dejando atrás monedas oxidadas en un fondo vigilado, con desazón, por la cara sur de la losa, lápida por el lado exterior.

De la cara soleada de la losa, la lápida, se han desprendido algunas partículas. Polvo expulsado por la acción de un buril, donde un bocabajo iba grabando en el granito sus alabanzas incitadoras: 

Jacques Callot, The Lute Player, 1632, print,
National Gallery of Art, R.L. Baumfeld Collection

Para ti que te lo mereces.

Este es un pozo prodigioso. 
Cada moneda que aquí se custodie 

cumplirá tu sueño, bondadoso. 

Sí, sí, ironiza, somnolienta, la lápida acalorada: 

Que por esta boca minúscula entren los sueños de los otros y que con sus piezas se sacien, en realidad, tus ansias
Ahora ya lo sé y a ver cómo se lo explico a mi otra cara: gracias a esta pobre rendija, mientras no lloren las piedras, no subirá el agua, y nunca sabré dónde queda mi espalda. 
En fin, boca arriba te lo digo, bocabajo: tus loas de buril me hacen sentir pesada
¡Y ahí va el agua!: transformándose en algo que parece nada, escapando siempre ligera y desarmada… Afortunada ella, que no tiene espalda.
 
Majel G. Claflin, Well Head (cabezal/boca del pozo), ca. 1936,
grafito, tinta, acuarela sobre cartón, 36,7 x 29,2 cm,
National Gallery of Art, Index of American Design

 

 |Texto: Irene Pomar|


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