Tarasca


Una palabra donada por M Carmen Martínez


Tienes diez minutos para perdonarme, mi tren sale en cinco. 
Pasos cautos ante la primavera que asoma.
Me asombra el umbral de la puerta, donde se pone la sombra y se esfuma la paz. Y la radio sigue encendida y ha llenado sus ondas de manifiestos:

Guerra a los incautos.
Pautas de conducta.
Conducción temeraria.
Temblores de nubes.
Cielos desmelenados.
Meandros de alegría.
Humor de perros.



Siete cabezas, demasiadas para un par de riendas de buena fe. 

Yo neglijo. Yo, tedio y descuido. A mí me obligan. Yo flojeo y tardo. Me muevo poco más que poco.

Yo engullo y me apetece desordenar pensamientos para ordenar lamentos y alegrías y beber, así, ocasiones.

Y emulo. Emulo todo para ser como yo. Aspiro a mis propias alas, vuelo a ras de suelo y me excedo en mis fatigas para contemplar mejor mi deseo.  

Excedo mi campo y camino en demasía. Por placer excesivo -alguien me diría-.

He vuelto a ser la otra sabiendo que en verdad soy la única. Algo me envaneció y se me escapó por exceso de magnificencia.

Mi indignación pulverizaría de buena gana todas las piedras que lancé contra el templo, pero entonces no se llamaría furia, sino paciencia. No sería fruto del apetito, sino de la autarquía.

Yo borro las medidas de las cosas que encajan en un mundo dado que no puedo poseer; mi afán por recoger todos sus frutos es el mismo afán por huir de él. 



|Texto e imágenes: Irene Pomar|


|Tarasca y explicación procedentes de la Colegiata de Antequera|

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