Pejiguera

Una palabra donada por Miguel Ángel Contreras

(c) IPM – No finita, Quelle finesse, Málaga, 2016

Seis, en serio

Cariño, te llamo en cuanto llegue. Claro. Ya te contaré cómo ha ido la reunión. Un beso. Yo también.

A la orden de «pongan sus dispositivos electrónicos en modo avión», Lucas apaga su teléfono y lo guarda en la mochila que ya había dejado debajo del asiento de la fila 7, como siempre. Su codo no logra acomodarse a la ventanilla, así que se limita a dejarlo en el reposabrazos y a reclinar su cabeza sobre la pared del avión. Tiene un par de horas para dormir y no piensa desaprovecharlas. 
Despierta con el contacto de las ruedas con la pista. La brusquedad de la maniobra le ha provocado un sobresalto cubierto de un sudor frío que tiñe su cara de un pálido grisáceo. La mujer que sostiene a su niño en brazos, la pasajera en la que no había reparado hasta ese mismo instante, le ofrece una toallita de bebé con la que refrescarse y quedar como nuevo. Han aterrizado a las 12:30, con sólo diez minutos de retraso.
En cuanto enciende de nuevo el móvil, se pone los cascos y empieza a canturrear a Lena Horne, mientras se dirige, con su equipaje de mano, hacia el S-Bahn, el cercanías que le llevará al centro de la ciudad. En cuanto tenga wi-fi, le mando el whatsapp a Llum. Siempre fue muy agarrado para esto de los mensajes de texto y las llamadas, y más aún desde el extranjero. Esto es lo que todos piensan de él: no escribe sms por rácano y manda pocos mensajes porque es inconcebible gastar la 4G…
Ya en la calle, siempre con Lena Horne en estéreo y a todo volumen, nota como los latidos de su corazón se aceleran a medida que se acerca al número 6 de Spiegelweg, donde se encuentra su alojamiento. Cómo no me fijé en el número de la calle… Espero que en el hotel hayan tenido en cuenta mi solicitud. No soportaría estar en la sexta planta, piensa. Bañado de nuevo en un sudor frío, la ansiedad le ha hecho olvidar que sí había dado indicaciones acerca del número de habitación… En el mostrador, le atenderá Tanja Schulz, así figuraba el nombre de la recepcionista en la plaquita dorada situada a modo de broche en la solapa de su americana; bien entallada, según observaría Lucas al verla de pie, lista para acompañarlo al ascensor: Zimmer nummer 530, Herr Vilanova. ¡Bien!, exclama con la llave en su mano. Sigue con sus cascos mientras sube al quinto piso. En el ascensor, los espejos que recubren las tres paredes le invitan a mirar hacia la puerta. Está impaciente por llegar. 
Una vez explorada la habitación 530 y tras haber dado el visto bueno a toallas, moqueta, mesillas, baño pequeño…, se tumba vestido en la cama doble, tan grande que apenas deja un pasillo de un metro a cada lado del somier. El móvil ya está cargando cuando empieza a introducir la contraseña del wi-fi. Se duerme. 
Morfeo le ha llevado a Rávena. Desde un muelle avista una orca que aparecía y desaparecía panza arriba, realizando todo tipo de acrobacias acuáticas. De fondo, a sus espaldas, tocaba la Orquesta Mondragón, con un Gurruchaga dándolo todo cantando Paris Boulevard (Oui, madame, s’il vous plaît, yo era un niño, tú, mujer… je veux faire l’amour avec toi...). 

El despertar llegó con el sopor propio de una siesta con prórroga; pesado, varios movimientos lentos de párpados que simulan esforzarse por abrirse, luchando contra una especie de corriente caliente que lo arrastra cerebro adentro, con la orca acróbata en la ciudad italiana. Tengo que hablar de este sueño con mi psicóloga, piensa. Somnoliento rememora la última sesión que tuvo con ella. Al principio, tiene que admitirlo, ésta le asustó al lanzar la hipótesis de la hexakosioihexekontahexafobia.  
– ¿Cómo?
– Sí –le comentó la doctora-. Es mucho más común de lo que cree. Nancy y Ronald Reagan habían incluso cambiado el número de su casa a causa de este mismo trastorno. Así que se mudaron del nº 666 al nº 668 de St. Cloud Road; en la ciudad de El Progreso, Honduras, solicitaron que cambiaran el prefijo telefónico a 668; hay incluso carreteras que pasaron a tener el nº 66, como la llamada Autopista al Infierno (Highway to hell, ¿sabe?)… Pero no se preocupe. He profundizado en las notas que he tomado a lo largo de nuestras sesiones y no se trata de hexakosioihexhakontahexafobia.
– ¿No?
– No. Me ha dado usted una información que nos lleva a otro diagnóstico. Veamos las notas… Sí, aquí:
  • No compra -jamás- media docena de huevos;
  • No participa en ningún juego que implique lanzar un dado;
  • Le cuesta mucho llamar a móviles y, cuando lo hace, lo lleva a cabo sin mirar a la pantalla por no ver los detalles del contacto;
  • Ha arrancado usted la página 6 de todos los libros;
  • ¿La pista 6 de cualquier CD?, se la salta, si se da cuenta.

Su trastorno se llama «hexafobia». 

Tras anunciarle esto, Lucas recuerda que empezó a investigar sobre las posibles razones que le podrían empujar a reaccionar de este modo ante el número seis. Leyó, vio documentales, pero ni se sentía identificado con los creyentes que lo asocian al número del diablo, por preceder al número de dios (el siete); ni le afectó saber que hay quien lo considera el número de amor eterno; ni, ni, nada…
A la voz interna de «el mensaje» logra incorporarse. El corazón le late de nuevo, con un mecánico tic tac que asoma mientras su mano se precipita hacia el teléfono. Sigue conectado al wi-fi. Llum, ya he llegado al hotel. ¿Cómo va tu día?
Tiene un poco de hambre y se plantea salir a cenar para poder preparar la reunión antes de acostarse. Pero decide esperar respuesta leyendo su libro: «La nueva novela» de Juan Luis Martínez. Se lo recomendó su terapeuta. En él parecen esconderse las claves para su cura. Lucas cree haber llegado al párrafo principal:
«Repita una palabra tantas veces como sea necesario para volatilizarla. Analice el residuo

Probaré con «hexafobia»: 

hexafobia-hexafobia-hexafobiahex-afobiahex-afobiahex-afobiahex—–^—^ex.

La vibración del móvil interrumpe el proceso casi terminado. Tiene respuesta: Lucas, me alegra que hayas llegado bien. Estos 6 meses han sido estupendos. Pero ya t dije q no quería nada serio. Cndo vuelvas, hablamos, si eso. Que vaya muy bien la reunión mañana. Xx

Lucas analiza el residuo.

(c) IPM – Málaga, 2016

|Texto e imagen: Irene Pomar|


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pejiguera
Del lat. persicaria ‘duraznillo’, de persĭcus.
1. f. coloq. Cosa que sin traernos gran provecho nos pone en problemas y dificultades.
hierba pejiguera
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