Piedad / Pietat

Una palabra donada por Sílvia Tarragona


piedad.
(Del lat. piĕtas, -ātis).
1. f. Virtud que inspira, por el amor a Dios, tierna devoción a las cosas santas, y, por el amor al prójimo, actos de amor y compasión.
2. f. Amor entrañable que consagramos a los padres y a objetos venerandos.
3. f. Lástima, misericordia, conmiseración.
4. f. Representación en pintura o escultura del dolor de la Virgen María al sostener el cadáver de Jesucristo descendido de la cruz.
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   Pietà (Serie Esculturas Amplificadas), 2011

   Madera, silla y tela + archivo de audio
   149 x 160 x 220 cm.
   © Nuria Fuster

Una de las capacidades que siempre he admirado de Don Quijote es la de ver gigantes donde había molinos. En plena adolescencia admiraba la de Cómplices, cantando que veían océanos donde sólo había charcos. Por mi parte, en ocasiones veo esculturas donde hay sillas, mesas o somieres abandonados. Me ha ocurrido en la calle, de mudanzas, en el trastero… Pero a esta ¿alucinación? a veces se le une un estado de interrogación. No se trata de una pregunta, sino de varias que se superponen y se interrumpen unas a otras. Triviales, profundas e inexpresables, se manifiestan al unísono, dándose la misma importancia, siendo todas ellas efímeras e impactantes. Tuve esta alucinación en Ars Santa Mònica, en Barcelona, durante la exposición colectiva Art Situacions. Ahí tuve la ocasión de redescubrir la obra de Nuria Fuster, que ha permitido que el «saber ver» de Don Quijote se convierta en un saber hacer que ha impregnado las muestras más recientes de la artista. Ella lo sabe y lo dice.

En sus objetos y sus composiciones, el vacío o la ausencia de alguna de las partes de esos objetos cotidianos se imponen extrañamente. Seguramente, esas partes y ángulos jamás habrían llamado nuestra atención de no ser porque ya no están o porque ya no son como eran. Una tentadora nostalgia queda remplazada por un placer por el vacío y la curiosidad -más o menos silenciosa- ante el aire al que la madera, el hierro y el tejido dan una forma nueva incomporándolo a su naturaleza escultórica, con una mirada renovada hacia el pasado de lo que fue útil.
Esta forma de ver el objeto, de modificarlo con la mirada convirtiéndolo así en algo nuevo, tiene desde mi punto de vista mucho que aportar a la noción de piedad. No me había dado cuenta hasta que Sílvia Tarragona me la donó, pero esta palabra -«piedad»- ha ido desapareciendo de nuestro vocabulario ordinario y a penas se osa mencionarla si no es para hablar de la impresionante Pietà de Miguel Ángel o para referirse a «Sin Piedad», uno de los espectáculos de lucha libre de más renombre en el mundo. Imagino que esto se explica porque somos una sociedad que va, poco a poco, separando lo social de lo religioso y que -por otro lado- estamos en unos momentos en que todo lo que apele a lo santo va quedando relegado. El lenguaje se transforma como lo ha hecho la escultura que empezó a pensarse a sí misma hace ya más de un siglo... por lo menos. Mediante una fascinante y lenta metamorfosis, los significados y matices de las palabras van adquiriendo un nuevo peso y más en el caso de las polisémicas como «piedad». 

Desde que se me ha caído el diccionario, he buscado significados en otras lenguas y, por ejemplo, en francés, la tercera definición de la RAE (f. Lástima, misericordia, conmiseración.) dispone de una palabra específica: «pitié»; mientras que «piété» se correspondería con la acepción que en nuestra lengua se refiere al sentimiento religioso. Además de estos dos sentidos y el de la simbolización artística de la Virgen María con su hijo, nuestra «piedad» contiene otros matices que, hoy, nos invitan a alejarnos de toda representación y que, bien leída, llevan a poner los pies firmes en esa realidad llamada humana. De la piedad transformamos la mirada, y la compasión a la que se la vincula no es ya un contemplar benevolente, nostálgico y desde arriba a los que parece que tienen, saben y viven menos. Es una actitud incondicional de comprensión, de otorgar tiempo al otro para que se sitúe y se explique; una bondad que no asume el abandono de nuestros iguales como algo inevitable, causado por una ley que no hemos escrito pero que no tenemos más remedio que acatar.  
Si un cajón se convirtió en una escultura es porque, de algún modo, la escultura buscaba a ese cajón y ambos se transformaron inevitablemente. Si «el objeto venerado» de la piedad pasa simplemente a «existir»; si la piedad busca lo humano, ambos serán transformados inevitablemente. Y todo, a partir de una simple mirada renovada entre individuos.
   Pietà (Serie Esculturas Amplificadas), 2011

   Madera, silla y tela + archivo de audio
   149 x 160 x 220 cm.
   © Nuria Fuster

 


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¡Gracias! 

Esta entrada es posible gracias a la obra Pietà (Serie Esculturas Amplificadas) de la artista Nuria Fuster, que ha dado a Se Me Ha Caído El Diccionario la posibilidad de contar con las imágenes de su trabajo. 

De nuevo, gracias.

  Pietà (Serie Esculturas Amplificadas), 2011

  Madera, silla y tela + archivo de audio
  149 x 160 x 220 cm.
  © Nuria Fuster

| Textos: Irene Pomar |

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