Intimidad


Palabra donada por Inti Romero

intimidad.
1. f. Amistad íntima.
2. f. Zona espiritual íntima y reservada de una persona o de un grupo, especialmente de una familia.
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(c) IPM, Comprimir «Yo»
Tengo dudas.
Las raíces aparentemente comunes no siempre dan bases sólidas.
«Intimidar« es causar o infundir miedo.
«Intimar» puede ser, según el diccionario, exigir el cumplimiento de algo con autoridad o, en una segunda acepción, estrechar lazos de amistad con alguien.
¿»Intimidad»?
Factor común: el «miedo».




Preludio

Madame Rambouillet, con sus 10 sillas de vertugadin en su habitación azul del Hôtel Rambouillet, en el París del siglo XVII, negó al cardenal Richelieu ciertos servicios de espionaje. ¿Por qué? porque no; en nombre de la intimidad. Uno de los primeros casos históricos que he encontrado en el que la noción de vida privada justifican una negativa sin más explicaciones, al menos para la persona que la emite.

Desde entonces ha habido la redacción de constituciones, los Derechos Humanos, la habitación para trabajar de Virginia Woolf, los psicólogos, los abogados, la libertad de prensa, las cámaras de videovigilancia, Internet, el historial de navegación, los hackers, la noción de violación de la intimidad, la protección parental, el derecho de reunión y de asociación, el acceso a los mensajes electrónicos de los trabajadores por parte del empresario, mayo del 68, los códigos pin, las contraseñas electrónicas, las redes sociales…

Intimidad Romero
La privacidad ha ido erigiéndose como un tótem en la vida del individuo, quien -cada vez más consciente y reivindicativo de esta individualidad- se siente propietario y libre de preservar y usar ese espacio como se le antoje. Toda medida impuesta para vigilar sus movimientos es cuestionada y analizada según un criterio de «preservación de la intimidad» y, si se intuye el abuso, inmediatamente surge la posibilidad de denuncia. No obstante, además de preservar la intimidad también se puede usar. Sólo el propietario, el sujeto, tiene derecho a objetualizar su vida, a ponerla a disposición o no. Paradójicamente, gracias a las redes sociales, se han obtenido resultados mucho más concluyentes que los buscados por el espionaje más refinado y las encuestas mejor elaboradas. Fotografías, gustos, direcciones y otros datos personales han sido servidos en bandeja por personas que estamos muy satisfechos de estar en la red y, consecuentemente, permanentemente «conectados» con otros individuos de los que, por cierto, a veces nos molesta no poder leer más datos en su perfil. «Perfil», otra gran palabra de nuestros siglos XX y XXI. Mientras colegios, cineastas o museos pueden ser denunciados por los padres tras haber mostrado imágenes de sus hijos sin autorización, fotografías de niños jugando en la playa y bebés recién nacidos son mostrados por esos u otros orgullosos y cariñosos padres que ansían compartir los buenos momentos en familia con los amigos. Mientras los derechos de autor son reclamados por escritores, fotógrafos y artistas plásticos, imágenes o fragmentos de obras aparecen sin temor alguno publicados en los muros de Facebook.


Uno


El summum de esta situación digna de un libro de Debord es que he conseguido ser «amiga» de alguien que no sé si existe. Alguien con quien he intercambiado mensajes y cuya existencia no es afirmada ni por ella, o por él, o por ellos, o por ellas, o por ello… : Intimidad (Inti) Romero. Podemos deducir intuitivamente su esencia pero no su existencia. ¿O al revés?

Si para que nuestra identidad se reconozca como tal, la esfera privada y la pública de ésta deben ser fácilmente diferenciables (por lo menos en nuestra cabeza), ¿qué ocurre si una identidad está constituida por pura «intimidad»?; ¿por pura información encubierta que ni siquiera sabemos si oculta algo/alguien significativo y real?

 
Para empezar se puede decir que es un perfil de Facebook cuyas fotografías están intervenidas digitalmente; suyas y de otros. Si bien a veces podemos intuir quiénes son «los otros», no sabemos muy bien cuáles son las «suyas» ya que no sabemos quién es Inti. Es pura identidad virtual a quien Facebook bloqueó la cuenta durante el verano de 2011 -o «secuestró» como diría Intimidad Romero en una entrevista por no saber si ésta correspondía a una persona «real». ¿Cómo alguien con tantos y tantos amigos en la red puede no ser «alguien»? Primer miedo de La Red: si alguien logra alcanzar a tantas personas, aunque no se pueda definir exactamente en qué consiste su influencia, es imperativo saber quién es. Las influencias son controlables únicamente si las fuentes son conocidas por quien las «permite». ¿Es posible que un completo desconocido sea completamente libre de relacionarse y comunicarse? ¿Una intimidad 100% preservada genera inseguridad a un «sistema» del que, por cierto, tampoco conocemos su identidad?

Transición

 

Intimidad Romero
[El Panóptico] Conocido es su principio: en la periferia, una construcción en forma de anillo; en el centro, una torre, ésta, con anchas ventanas que se abren en la cara interior del anillo. La construcción periférica está dividida en celdas, cada una de las cuales atraviesa toda la anchura de la construcción. Tienen dos ventanas, una que da al interior, correspondiente a las ventanas de la torre, y la otra, que da al exterior, permite que la luz atraviese la celda de una parte a otra. Basta entonces situar un vigilante en la torre central y encerrar en cada celda a un loco, un enfermo, un condenado, un obrero o un escolar. Por el efecto de la contraluz, se pueden percibir desde la torre, recortándose perfectamente sobre la luz, las pequeñas siluetas cautivas en las celdas de la periferia. Tantos pequeños teatros como celdas, en los que cada actor está solo, perfectamente individualizado y constantemente visible. El dispositivo panóptico dispone unas unidades espaciales que permiten ver sin cesar y reconocer al punto. En suma, se invierte el principio del calabozo; o más bien de sus tres funciones —encerrar, privar de luz y ocultar—; no se conserva más que la primera y se suprimen las otras dos. La plena luz y la mirada de un vigilante captan mejor que la sombra, que en último término protegía. La visibilidad es una trampa. 
Michel Foucault, «Vigilar y castigar (El nacimiento de la prisión», Ed. Siglo XXI, p. 103

 


Dos

La obra «In the dark» (En la oscuridad) del artista Ricardo Iglesas exprime al máximo la dificultad que representan los dispositivos de vigilancia contemporáneos para que el individuo pueda gestionar su esfera pública y su esfera privada. Si en la obra de Inti Romero percibimos la paradoja de presentarse como intimidad pura en el ámbito de las redes sociales, en esta vídeo-instalación realizada en colaboración con Gerald Kogler percibimos dos cosas: que el ciudadano es inevitablemente un objeto (¿o sujeto?) público y que sus movimientos no sólo son observados sino también interpretados. No se trata de un mero guiño al Gran Hermano de Orwell. El trabajo de Ricardo Iglesias muestra que el acto de vigilar no pertenece a las máquinas sino que viene movido por un acto de interpretación humano, antes (prejuicio) y después (traducción) de las imáganes. La presencia de las personas que pasan ante la cámara se traduce a un lenguaje simbólico y connotado (que en esta obra se manifiesta en el código informático que aparece perturbando la imagen en pantalla). Este lenguaje es leído sin inocencia alguna por el sujeto que se sitúa intencionadamente en el origen de esa acción de observar y del que a menudo olvidamos su existencia. Banquero, soldado, político, profesor, superman, la vigilancia no es una acción mecánica sino humana y puede ser llevada a cabo por cualquier ciudadano que se considere con derecho a ello y que disponga de los medios necesarios. En función de su poder, comprenderemos si la intimidad es objeto de un uso o de un abuso, si es que cabe una diferencia.





¿Fin?

Constitución Española de 1978. El artículo 18 establece: 


1. Se garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen. 2 El domicilio es inviolable. Ninguna entrada o registro podrá hacerse en el sin consentimiento del titular o resolución judicial, salvo en caso de flagrante delito. 3. Se garantiza el secreto de las comunicaciones y, en especial, de las postales, telegráficas y telefónicas, salvo resolución judicial. 4. La Ley limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la intimidad personal y familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos.




 
¡Gracias! 

Esta entrada es posible gracias a la obra de Ricardo Iglesias e Intimidad Romero, que han dado a Se Me Ha Caído El Diccionario la posibilidad de contar con su trabajo. 

De nuevo, gracias. 

| Textos: Irene Pomar |

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