Una palabra donada por Jorge Martín y Pilar Tabares
memoria.
La memoria me recuerda a algo. A algo a lo que ya no quiero ponerle cara porque me convierte en porcelana frágil. Como un poeta de los de antaño que parecía andar alma en pena, apelo a la memoria mirándola de reojo porque me recuerda a esos jaques que no se ven venir; a esos momentos que cuando eran presente decidí que no formarían parte de mi pasado; al Sol que aparento no añorar; al suelo que parece que domino; a un informe terminado a medianoche; a la conversación que ansío controlar.
La memoria me recuerda a Simónides en esa Grecia extraña y metafórica. A ése que recitaba un poema en una taberna y añadió al panegírico una oda a los dioses Cástor y Pólux por la que el tabernero se negó a pagarle. A ese mismo Simónides que en aquel momento fue llamado por dos hombres que querían hablar con él en la calle. A ése que, al salir, no encontró a nadie pero que -mientras esperaba intrigado ante la puerta del local- vio como el techo de la taberna se derrumbaba. Ése, Simónides, fue salvado por los dos dioses invisibles pagándole así su deuda. Ése, Simónides, logró identificar todos los cadáveres irreconocibles porque había retenido en su memoria quién ocupaba cada lugar y así cada familiar pudo recuperar a su ser querido y enterrarlo. Caras borradas, identidades ligadas al espacio.
¿Será verdad -según Bergson- que la memoria es una función que pone el pasado -los recuerdos- en relación con el presente de modo que recuperamos sobre la realidad directa una influencia perdida?
La memoria me recuerda a mi abuelo campesino y a mi abuela campesina, sorianos en un pasillo de un piso en Barcelona; al portero que silva para anunciar que es la hora de sacar la basura; a la desorientación de mi tía con recuerdos desdibujados; a las gemelas del cuarto que se pusieron a recoger todos los papeles del parque porque no me entendieron bien al decirles que no debían tirar nada al suelo; al esperar a alguien que no sabe si venir; al futuro de lo que estoy haciendo.
¿Será verdad -según Bergson- que la memoria es una función que pone el pasado -los recuerdos- en relación con el presente de modo que recuperamos sobre la realidad directa una influencia perdida?
Sé que la memoria es un proceso que sirve para almacenar información codificada. Vamos, eso he leído y debo consentir. Si bien puedo entender que no toda información almacenada puede ser recuperada en cualquier momento, lo que no alcanzo a comprender es quién codifica esa información y de qué forma puedo darme cuenta de ello. Códigos, códigos, ¿códigos? ¿dónde y cuándo?
Será que la memoria la genero mientras escribo el presente. Mientras actúo decido la manera en que voy a recuperar ese instante.
¿Será verdad -según Bergson- que la memoria es una función que pone el pasado -los recuerdos- en relación con el presente de modo que recuperamos sobre la realidad directa una influencia perdida?
Por recordar una emisión de radio nocturna cuando los párpados no sabían si luchar por abrirse o por cerrarse; por olvidar una disputa importante por algo de ayer que me indignará de nuevo hoy; por reír del chiste que me contaron hace veinte años (el del caracol que derrapa); por sonreír cada vez que recuerdo algo que en realidad fue un sueño; por luchar por que ese sueño sea un verdadero recuerdo. Por los lugares que recuerdo en vez de caras, por los lugares que ya he olvidado, por las miradas que se me han quedado clavadas; por todo lo dicho…
Será verdad -según Bergson- que la memoria es una función que pone el pasado -los recuerdos- en relación con el presente de modo que recuperamos sobre la realidad directa una influencia perdida…