Feminidad / Femineidad

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«Es absurdo dividir la humanidad en hombres y mujeres. Ésta está compuesta por feminidad y masculinidad.
(…)Cualquier individuo exclusivamente viril es sólo un animal brutal; cualquier individuo exclusivamente femenino es sólo una hembra.»

Valentine de Saint Point, «Manifiesto de las mujeres futuristas», 1912, (Respuesta a F. T. Marinetti)

«Valentine de Saint-Point 1914 (2)» by Agence de presse Meurisse‏ – Bibliothèque nationale de France. Licensed under Public domain via Wikimedia Commons
Vivian Dumas, Valentine De Saint – Point, R. Chennevierre by Bain News Service

Este texto ha sido escrito por Anna Via, amiga, licenciada en Humanidades y Antropología. 

Feminidad 
Definir feminidad es como definir humanidad. Es una de esas palabras que dices: sí, claro, ¿cómo no?, tampoco será tan difícil. No estamos hablando de un movimiento artístico de una isla remota del océano pacífico, por decir algo. Además soy mujer, va a ser fácil, ¿no? Pero después descubres que, como la humanidad, la feminidad no es fácil como concepto. Buscas información, lo comentas con la gente y todo el mundo tiene una visión diferente. Y tú pensando: yo esto lo hacía para pasar el rato en una de estas semanas ociosas de verano en que te sientes un poco culpable de tu ociosidad y tu vida nocturna constante. Pero sin ninguna intención de escribir una tesis doctoral. Y es que el término feminidad daría para esto y mucho más. Pues eso, sin ánimos de ser muy seria, intentaré dar una pequeña visión del término.
¿Cuándo fue la primera vez que oí hablar de la feminidad o de lo que se suponía que era ser femenina? Yo creo que desde que tengo uso de razón. Pero, curiosamente, en mi caso, ser femenina o comportarse como una niña era todo lo contrario de lo que normalmente hacía. Jugar con coches, subirse a árboles o llevar el pelo corto se ve que era justamente lo contrario de lo que se suponía que tenia que hacer una niña. Ser niña consistía en estar quietecita, llevar vestidos y ser amante del color rosa, supongo. La verdad es que no lo sé, ni en esa edad me preocupé mucho para descubrirlo. Sólo recuerdo que las niñas me parecían aburridas y yo, aunque lo fuese, no acababa de congeniar con ellas. Primer encuentro con la palabra feminidad, lo contrario de lo que yo era. “¡Doncs quin pal!”*
Y la infancia se acaba cuando llega la adolescencia, ese período en que lo darías todo para formar parte de un grupo y dejar de ser un bicho raro. Adaptarte a la sociedad y aprender lo que se tiene que ser en grupo. Maquillarse, vestirse de una manera más femenina, gustar a los chicos. Supongo que se trata de la feminidad como identidad de grupo o como oposición al otro, como arma de seducción tal vez. De hecho, al leer varios textos que intentan definir términos como “feminidad”, muchas veces éste se opone a “masculinidad”, marcando claramente lo que se supone qué es una cosa y qué es la otra. Quizás estas definiciones empiezan a ser importantes en nuestras vidas en la adolescencia, cuando empieza a ser importante para nosotros el grupo y cómo éste nos percibe. Y cómo separarse demasiado del grupo es aproximarse a unos márgenes donde nadie quiere estar. Definiciones o estereotipos que quizás nos empiezan a marcar más fuertemente en esa edad, en la edad en la que probamos o intentamos ser adultos. Seguramente muchas de las adolescentes que en esos momentos empiezan a comportarse como lo que se supone que es ser una mujer, ya llevaban años entrenándose desde que eran pequeñas. Y la adolescencia, simplemente, fue un paso natural. Para mí, no. Saltar de jugar a fútbol con los chavales a la hora del recreo a casi no poder hablar de una manera natural con ellos, porque se supone que casi no pueden ser tus amigos, es un salto demasiado brutal. Y os juro que intenté maquillarme o hacer estas cosas “normales” que hacían las niñas-mujeres de mi edad. Y seguramente casi lo conseguí, pero consciente de que interpretaba un papel, el papel que tenía que interpretar. Pero, por suerte, el tiempo pone las cosas es su lugar. Y una con tiempo gana fuerza y seguridad, y es capaz de plantar cara a ciertas definiciones, o a ser consciente de que quizás la feminidad -así, como tal, como cosa abstracta- no existe. Que ser femenina no consiste en pintarse las uñas, querer tener niños a partir de cierta edad o esperar que alguien te abra la puerta. O sí, depende de la mujer. Para mí, no, pero mi opinión es una entre millones de seres humanos en este mundo. Seguramente condicionada por una cultura cristiano-mediterránea y por la educación recibida por unos padres que nunca creyeron que su hija tenía que jugar con muñecas necesariamente, que los coches también estaban bien. Una opinión y una biografía entre muchas personas, una simple visión. Porque al final de todo este rollo y de repasar qué significa para mí la feminidad, otra pregunta me viene a la cabeza, ¿qué significa ser mujer?  
* Expresión catalana que podría traducirse como «¡Pues qué palo!»  
|Texto: Anna Via| 

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¿Feminidad vs Galantería?

Ayer me abrieron la puerta, me tendieron la mano para bajar del remolque del tractor que nos llevaba a lo alto de las ruinas de un castillo en Transilvania. Anoche cené con dos rumanos, un taiwanés y un francés que comparaban las costumbres ligadas a lo que veníamos llamando «galantería». A la mujer -decía el rumano- se le lleva las bolsas cuando va cargaba. Es inconcebible -según este historiador de una ciudad a cinco horas de Sibiu- que un hombre se quede impasible cuando una mujer lleva un niño y paquetes; o cuando la maleta parece pesada para bajarla del tren. Incluso se la acompaña a la parada de taxis. 
Esto que estoy contando como si de un fenómeno antropológico se tratara es un principio casi extinguido en mi entorno. Digo «en mi entorno» porque sí que he oído a hombres españoles y franceses (estos últimos, menos) decir que la cena la pagan ellos sí o sí. Me sorprenden al afirmar que a su chica no le gustaría verlos tomando un café o cenando con otra mujer, del mismo modo que ellos no aceptarían que ésta bailara con otro hombre. Sí que es cierto que la persona que me habló de esto estaba dispuesta a hacer el esfuerzo de bailar para evitar así que esta situación se presentara, así que, al final, todo parece ser una cuestion de acuerdos.
Por otro lado, ahora estoy escribiendo esto compartiendo mi zumo de naranja con un par de avispas, en la terraza del albergue del bosque a las afueras de Sibiu. Se pueden contar seis hombres que no conozco y yo. Así que aquí estoy, respondiendo al texto de Anna, sin saber muy bien lo que quiero decir.
Siento un acuerdo profundo con lo que ha escrito y me identifico con muchas de las actitudes que ha descrito. A la vez, no obstante, sigue el recuerdo de la conversación de anoche con mis colegas de simposio y las mezclo con el diálogo -ahora descontextualizado- con ese buen amigo dispuesto a bailar con su pareja y al que no considero machista. 
Puedo aquí referirme a todas las teorías feministas y decir, claro y en voz alta, que no necesito que un hombre baje la maleta por mí. Pero, de algún modo, mentiría. También mentiría al decir que no me gusta que me abran la puerta. Mentiría pero sólo en parte: esa cortesía que me hace sonreír y sentir que el día va mejorando no tiene por qué venir de la mano del llamado «sexo opuesto». Por cierto, ¿»opuesto» a qué?, nunca lo entendí. Decía, pues, que no es como mujer que me gusta que me cuiden y tampoco es como mujer que me apetece cuidar de los demás. La amabilidad, la galantería y todas esas palabras que el pensamiento contemporáneo tiende a asociar a una actidud trasnochada e implícitamente machista son, para mí, fundamentales. Me exijo a mí ejercerlas y me gusta sentir que, si me cuesta bajar una escalera, alguien va a tenderme la mano, del mismo modo que lo haría yo si le pasara a usted, hombre o mujer.  
Así que, ¿de qué estamos hablando? De «feminidad», sí. Si «feminidad» significa que yo no puedo ser tan galante como un hombre sin por ello convertirme en alguien que intenta ser como ellos; si la feminidad implica que, al reclamar la igualdad de géneros, estoy exigiendo que ellos también se depilen porque resulta que la mayoría de los hombres y mujeres parecemos no soportar unas piernas femeninas vellosas, así que el sentido inverso de esta reivindicación es inimaginable; si para ser femenina debo sentir nostalgia de que un hombre tienda su chaqueta sobre un charco para que mis femeninos zapatos y medias de seda no se ensucien; si la feminidad es no tener nunca ojeras y, por otro lado, maquillarse (como sí me gusta hacerlo) es aceptar que estoy de acuerdo con todo lo que estoy oyendo en el metro, terrazas, pasillos y manuales… Entonces, tengo un serio problema de identidad y lo más interesante es que este problema no me atormenta en absoluto.
Si la feminidad es una cintura fina y un buen movimiento de caderas, ¿las mujeres sin curvas, deben maquillarse más? Pero aquí ya entro en la caricatura, así que ya paro.
La intimidad, la privacidad, la exclusividad, la cortesía, la galantería, la fortaleza y la debilidad deben dejar de ser palabras asociables únicamente a un género. Señores, señoras, yo entiendo cada vez menos las cosas, pero querer vivirlas con más intensidad pasa forzosamente por que mi relación con ustedes se fundamente en acuerdos tácitos. También pasa por rechazar las desigualdades tácitas en el medio laboral, pero ese ya es otro tema que desgraciadamente aún estamos obligados a ligar a un «-ismo». Lo único que puedo decirle es que si le propongo cenar conmigo, puede estar seguro/a de que la que invita soy yo. Si el que va cargado es usted, no se preocupe que le abriré la puerta y si un día lo hace usted, me convenceré a mí misma de que no lo hace porque sea mujer, sino porque un poco de amabilidad no ha matado nunca a nadie. En fin, sin suscribir la diferenciación de géneros que propone la Real academia de la lengua española, pueden leerlo cantando: yo también soy galante.  
|Texto: Irene Pomar|

«Les Conseils de la Folie», (5 postales «Los consejos de la Locura»)

feminidad.(Der. del adj.ant.feminino, con haplología).1. f. Cualidad de femenino.2. f. Med. Estado anormal del varón en que aparecen uno o varios caracteres sexuales femeninos.
femineidad.(Defemíneo).1. f. Cualidad de femenino.
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