Ruptura / Rupture

Una palabra donada por Marie-Pierre Mazzarini

ruptura.
(Del lat. ruptūra).
1. f. Acción y efecto de romper o romperse.
2. f. Rompimiento de relaciones entre las personas.
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Cuando uno abre las puertas a un diccionario lo hace evocando el deseo de redescubrir los significados de forma puramente humana con todo lo que ello conlleva: ciencia, arte, lírica, poesía y otros formatos que uno no sabe clasificar. Lo que uno no se plantea es hasta qué punto tiene derecho a dejar que toda su subjetividad tome forma en un simple post. ¿Qué quieren que le haga si una simple palabra tiene un sonido que se ajusta perfectamente a un instante?

Se habla de la ruptura como si de trizar un papel se tratara. Algo definitivo sin vuelta atrás. Y así es. Así vibra, así se convierte en cenizas. ¡Oigan!, oigan como la ruptura les aleja del recuerdo de lo que fueron. Vean cómo éste no cesa de reconstruirse. Sepan, por fin, cómo son cuando no se entienden a sí mismos. 

Pregúntense cómo han podido pasar un minuto de silencio en su trabajo tras oír repetidamente y de forma voluntaria las noticias sobre el atentado contra Charlie Hebdo. Pregúntense cómo ese minuto de silencio fusionaba misteriosamente, de forma existencialmente injusta, la muerte de personas y de un pedazo importante de la libertad de expresión con la letargia del propio corazón. Pregúntense, sí: pregúntense cómo han sido capaces de estar apesadumbrados, por lo menos durante un minuto, por algo universal como es el ataque contra la Palabra llevándose vidas de por medio y, al mismo tiempo, por una persona a la que no han sabido conservar con ustedes; a la que prácticamente empujaron con sus palabras de amistad a unirse con otra persona. ¿Cómo es posible que todo les pese de igual manera? ¿Qué hay en esa persona que su pérdida, aún estando viva y seguramente feliz sin ustedes, pueda causarles la misma tristeza? 

¿Le han dicho ustedes adiós varias veces? ¿De varias formas? ¿Tímidamente primero e insistentemente después? Claro. Porque no les ha bastado una conversación. Porque un mensaje pidiéndole tiempo no ha sido suficiente. Porque sus ojos, su voz, esas cosas que no se explican, no se borran. Y lloran, y no saben por qué, porque al mismo tiempo sonríen. Y mezclan lo que haga falta porque son humanos confundidos, clarividentes ante la falta de lo que saben que merecían. Clarividentes ante lo que sabían que podían dar a esa persona que aún no sabe que les necesita. Y se rodean ustedes (y yo) de palabras, de voces que no son suyas pero que ustedes ansían apropiarse para legitimar un paso adelante. Para continuar. Para decirse que el siglo veintiuno no es el siglo diecinueve y que, por lo tanto, todo pasa. Todo pasa. Todo pasa. No existe el alma gemela. No existe lo único. Habrá más. Dense tiempo. Y así será. Así debe ser. «Pero yo no tengo tanto amor», piensan. No les queda tanto tiempo para volver a descubrir la bondad del otro que creían que crecería gracias a ustedes, como la propia bondad crecía con su presencia, se dicen. 

Se sorprenden escribiendo mientras escuchan una especie de bolero (¿ridículo?) que antes les era ajeno. Y piensan: tantos estudios para esto. Así es. Le piden señales, esperando que tras el ads siga queriéndoles cerca. Pero rechazan las señales porque, claro, no les dejan avanzar. ¿Hacia dónde dicen que avanzan? ¡Ah! Claro… Que quieren sobrevivir. Yo también.

Se habla de la ruptura como si de trizar un papel se tratara. Y toman su cinta adhesiva. ¡Y venga a recomponer su recuerdo!, creyendo tranformarlo para poder olvidar mejor. Señores, se olvida o no se olvida. 

Señores, yo no sé nada pero si no se olvida, es que se quedó y que no debió irse; no se fue, sólo se rompió. Intentaron hacerlo añicos y -vaya- se expandió.


 



|Imágenes: M.C. Escher|
|Texto: Irene Pomar|
 

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