Sandez

Una palabra donada por Gema Moraleda

«Water melon» de Caroline Ford (Secretlondon) – Trabajo propio.
Disponible bajo la licencia CC BY-SA 3.0 vía Wikimedia Commons –
http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Water_melon.jpg#/
media/File:Water_melon.jpg
sandez.
1. f. Despropósito, simpleza, necedad.
2. f. Cualidad de sandio.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados


Oferta, oferta.
No alcanzo a entender con qué parte exactamente estoy en desacuerdo. Francamente, siempre me pillo los dedos con mis pobres argumentos. Balbuceo.
Me jacto de ofrecer a la emisora de turno la oportunidad de esparcir sus ondas por mi casa; de ofrecer mis oídos a tertulianos de índoles muy distintas para que me expresen sus opiniones en la televisión. Y aquí estoy, sin saber qué decir ante análisis que son, en realidad, síntesis de emociones e intereses que, con suerte, están construidos con un poco de coherencia retórica.
¿Podría estar más informada? ¿Leer más y mejor? Sí, claro, sin duda. Pero cada vez que hago un esfuerzo por adentrarme en la literatura geopolítica o socioeconómica, cada vez, cada vez, cada vez, me encuentro con el binomio maldito que, me temo, deforma mi percepción de la realidad: oferta laboral, demanda de empleo.
No, no, no, nada de estadísticas. Sólo palabras. Ni siquiera al padre liberalista, Von Mises, le entraría en la mollera la inversión lingüística que se ha instalado, ahí, como si nada, en una sociedad que construye su engranaje sobre el supuestamente recto y libre funcionamiento de la ley de la oferta y la demanda. Vamos a ver, centrémonos.
Hoy me siento generosa.
Me he presentado en la frutería y le he ofrecido la oportunidad única al frutero de introducir la sandía en mi carro vacío. Ha sido fácil. No he tardado mucho en convencerle de que su fruta estaría muy bien acompañada por los zumos y la leche. Un sueño hecho realidad.
También he ido a ver al gestor, que ha estado encantado de que le dejara ordenar mi papeleo para la declaración de renta. Hoy dormirá mejor gracias a esta oferta que responde perfectamente a sus competencias y esperanzas. En un acto de altruismo que me honra, he ido en taxi. No os podéis imaginar la alegría del taxista al tener la oportunidad de escucharme hablar durante veinte minutos. Se nota que es vocacional, le he pagado porque mira… 
Por no mencionar a la vendedora, a la que he ofrecido mi percha de carne y hueso para responder a su demanda de deshacerse de esa prenda de vestir estupenda. ¿Quién dijo cobrar? Nada más satisfactorio que ver ese chaquetón paseándose por la calle.

Hoy, como directora de esta empresa, le he ofrecido un empleo a…

¡No es lo mismo! Vaya. ¿En serio? 

 

(c) Arturo Pomar, Piensa un poco, 1985

Es que yo tampoco recuerdo en qué momento se dejó de ofrecer competencias al empleador para pasar a demandar empleo…


 |Texto: Irene Pomar|

 

 

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.