Futuro | Latente

Una palabra donada por Teresa Cebrián y una palabra donada por Eléonore Mialonier

Trabajo de investigación nº 23. Tema: Eva, Mario y el poemario.
Mi grabadora, domingo, 31 de mayo de 2015, 13:17
Tiene sed. La boca áspera y los labios pegajosos al mismo tiempo. A pesar de ello sigue, sigue encendiendo un cigarrillo tras otro en ese banco de la plazoleta en el que se ha instalado a las 12 del mediodía, tal como lo hizo el domingo pasado y el anterior. Qué idea, con el bochorno que hace…

El sol del Mediterráneo no perdona a estas horas pero nada indica que Eva vaya a moverse de su zona de descanso. Tiene los labios pintados de un rojo suficientemente caro como para que no se funda con el peso de los rayos ni con el roce de los filtros de los pitillos. Sus ojos… sus ojos están protegidos por gafas de sol Carolina Herrera, de esas con el logo «CH» gigante en las patillas.

Sigue fumando. Lleva media hora con el libro abierto en la misma página, y eso que es un poemario. O tal vez sea precisamente por eso.

El caso es que ahí sigue, fumando con la cabeza erguida, como disfrutando de ser la única persona capaz de soportar el calor de la plaza medieval. Ante ella, la terraza del café está cubierta por el toldo de lona verde. No hay nadie. A sus pies se ha posado un gato, el gato, que olisquea juguetón los zapatos rojos de tacón que Eva se ha descalzado. 
Hija. Dame un cigarrillo, por favor. 
Eva baja la mirada para cerciorarse de que es el felino el que acaba de interrumpirla. Este  detiene sus tareas de olisqueo de calzado e insiste: Dame un cigarrillo, anda.
Nuestro sujeto hace lo propio y se agacha ligeramente para acercarle un pitillo a su acompañante. Se lo enciende.
Uno en el suelo y la otra en su banco, ambos han quedado erguidos mirando hacia la cafetería.
Veo movimiento. Ya son las tres y Mario asoma con un plato y una copa. Se instala en la terraza. Deduzco que, a la espera de que acuda algún cliente, aprovechará para comer bajo su toldo verde.


Para completar la información, transcribimos a continuación las palabras de nuestro testigo número 1, entrevistado el día anterior a este informe.
Mi grabadora, sábado, 30 de mayo de 2015, 17:03
Eva y Mario se vieron por primera vez hace un par de semanas en esta misma plaza. Era de noche, casi de madrugada. Eva acababa de cerrar el local que regenta al otro lado del barrio. Mario ya hacía rato que había ordenado su terraza y, tras haber terminado las cuentas como cada noche, se quedó a solas. Con un único punto de luz en la barra, permaneció sobre su taburete preferido para leer y escuchar música. Era casi verano pero la iluminación anaranjada y su silueta visibles a través del cristal daban al local un aire invernal, de calor de chimenea. Aún hoy no sé exactamente lo que Eva vio en aquel hombre apoyado en la barra. Sólo sé que yo pude verlo todo.

Eva observaba adherida al ventanal escuchando la canción, el sonido que, sin duda, la había atraído hasta ahí. Esa madrugada de domingo fue la primera vez que desée jugar con sus zapatos. Lo recuerdo como si fuera ayer: unos escarpines finos y elegantes, de tacón alto, punta fina y cuero rojo… 
(c) Arturo Pomar, Gato, 2015
Sí, sí, perdón, los datos humanos. ¿Qué quiere? Instinto felino.
También pude oírlo todo, claro: la respiración, el roce con el suelo de su tacón delicado que crujía ligeramente a causa de los movimientos minúsculos y rápidos que hacía el pie, como denotando impaciencia y buscando sigilo a la vez. Presté mucha atención al latido del corazón y a la forma en que este se aceleró cuando una de las manos de Eva se apoyó en la ventana y la abrió sin querer. El marco de madera crujió y, ¿sabe?, este sonido se parecía mucho al crujido tintineante del tacón nervioso que no había cesado hasta ese mismo instante. Es curioso…
Inmediatamente se oyó el taburete arrastrándose a la vez que el golpe seco del libro cerrándose, todo seguido de unas pisadas lentas y firmes que se acercaron hacia la ventana. Eva retrocedió dos pasos. Me recuerda a mí, a cuando huyo sin huir, alejándome para ganar tiempo, permaneciendo lo suficientemente cerca para ver y, tal vez, ser visto. Después no entendí nada, la verdad.  
El tal Mario asomó por la ventana sin soltar el libro. Ahora que ambos batientes estaban completamente abiertos podía oír la música mucho más fuerte. Era como «na na na, naaa, NAAA» ¿sabe? Bueno, no importa. Me dolieron la cabeza y los bigotes hasta el día siguiente.
Permanecieron mirándose un buen rato, así, sin decir nada. No recuerdo si se sonrieron ya que reconozco que aproveché esos momentos de distracción para saltar y penetrar en nuevo territorio, subir a la barra y olisquear todo lo que pudiera. Lo sé, a veces parezco un perro. Me paseé entre copas y botellas con el cuidado y delicadeza que me caracterizan, para qué vamos a negarlo. La tontería fue subirme a la caja registradora. Por muy ligero y grácil-casi-etéreo que uno sea, pisar todas esas teclas no fue buena idea. El ruido de la apertura del cajón provocó que Mario se girara rápidamente, abandonando el libro en el resquicio de la ventana. Mientras me perseguía -en fin, mientras lo intentaba- el poemario acabó en manos de Eva. 
Huimos juntos. 
Seguimos viéndonos todos los domingos a mediodía delante del café de Mario. Sí, claro, mañana también.


Mi grabadora, domingo, 7 de junio de 2015, 12:12

(aún no es domingo 7 de junio de 2015 12:12, Continuará, tal vez)
Chantal Maillard, La herida en la lengua, Tusquets, 2015 p. 17
Encuentra más instantes de Mario en: Azulejo, Empatía

|Obra «Gato»: Arturo Pomar|
|Texto: Irene Pomar|

futuro, ra.
(Del lat. futūrus).
1. adj. Que está por venir. U. t. c. s. m.
2. m. y f. coloq. Persona que tiene compromiso formal de casamiento con otra de distinto sexo.
3. m. Econ. Valor o mercancía cuya entrega se pacta para después de un cierto plazo, pero cuyo precio queda fijado al concertar la operación.
4. m. Gram. Tiempo que sirve para denotar una acción, un proceso o un estado de cosas posteriores al momento en que se habla. Amaré, habré amado, amare, hubiere amado
5. f. Derecho a la sucesión de un empleo o beneficio antes de estar vacante.
~ compuesto.
1. m. Gram. El que denota acción, proceso o estado futuros respecto al momento en que se habla, pero pasados con relación a una acción, un proceso o un estado posteriores a dicho momento. Habrá amado, habrá temido, habrá vivido. Denota asimismo la probabilidad de una acción o un estado de cosas anteriores al momento en que se habla. Pareces cansado, habrás estado de juerga
futuro contingente.
1. m. Lo que puede suceder o no.
~ imperfecto.
1. m. Gram. futuro simple.
~ perfecto.
1. m. Gram. futuro compuesto.
futuro simple.
1. m. Gram. El que manifiesta de un modo absoluto que algo existirá o tendrá lugar en un momento posterior al momento en que se habla. Amará, temerá, vivirá. Denota también una acción o un estado que, según conjetura o probabilidad, se produce o existe en el momento presente. ¿Dónde está Juan? Estará en la biblioteca. Puede también tener valor de imperativo. Amarás al prójimo como a ti mismo
 V.

latente.
(Del lat. latens, -entis).
1. adj. Oculto, escondido o aparentemente inactivo.
 V.

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